El principal nutriente de la carne de conejo, al igual que en
el resto de carnes, es la proteína. Las carnes representan una de las fuentes de proteína más importantes de nuestra alimentación, tanto por su cantidad como por su calidad.
El contenido en colesterol de la carne de conejo es bajo y oscila entre 26,5 y 37,5 mg en canal y lomo respectivamente con
valores intermedios en la pierna.
La carne de conejo tiene un alto contenido en vitaminas hidrosolubles, en concreto de Cianocobalamina (Vitamina B12), Niacina (Vitamina B3) y Piridoxina
(B6). Unos 100 gramos de carne de conejo cubren el 97% de la Cantidad Diaria Recomendada de Niacina para un adulto sano, el 282,8% de Vitamina B12 y el 30,71% para la Vitamina
B6. La vitamina B3 ayuda en el funcionamiento del sistema nervioso, la vitamina B6 participa en el metabolismo de los aminoácidos, y la vitamina B12 es indispensable para la formación de
glóbulos rojos y para el crecimiento corporal, así como para la regeneración de los tejidos.
El perfil mineral de la carne de conejo nos muestra
un bajo contenido en sodio por lo que puede recomendarse su consumo en aquellas personas
con hipertensión arterial, siempre que no se le añada mucha sal al cocinarla.
La carne de conejo tiene un alto contenido en fósforo (mineral imprescindible para la formación de los huesos
junto al calcio), y es fuente de selenio (potente antioxidante) y potasio (que colabora en la regulación de la tensión arterial). Además contiene importantes minerales como el hierro, el zinc y el magnesio. Unos 100 g de carne de conejo cubren
el 20,18 % de la Cantidad Diaria Recomendada de potasio para un adulto sano, el 36,9 % de fósforo y el 15,82 % de selenio.
Incluir carne de conejo en la alimentación puede resultar favorable frente a algunas patologías como la obesidad, la hipertensión, la hiperuricemia, la anemia, la
dislipemia y los problemas digestivos y cardiovasculares.